Introducción
En el tercer año de la invasión rusa, el presidente ucraniano Volodímir Zelensky ha inaugurado una nueva fase del conflicto: una guerra low cost, autónoma y alimentada por inteligencia artificial. Con drones de bajo costo, combinados con ciberinteligencia y operaciones clandestinas, Ucrania logró lo impensado: atacar el corazón del poder aéreo estratégico ruso, que esta situado a más de 6.000 km del frente de batalla.
La denominada Operación Telaraña, ejecutada el 1 de junio de 2025, marcó un hito sin precedentes. En una ofensiva coordinada, Ucrania lanzó 117 drones FPV (First Person View) desde camiones infiltrados en territorio ruso, destruyendo o dañando al menos 41 aeronaves en cinco bases aéreas clave: Belaya (Irkutsk), Olenya (Murmansk), Dyagilevo (Riazán), Ivanovo Severny (Ivánovo) y Ukrainka (Amur), según reportes de Reuters y La Nación.
Operación Telaraña: drones ucranianos golpean cinco bases aéreas rusas
Los ataques del 1 de junio de 2025 representan el mayor golpe aéreo en territorio ruso desde la Segunda Guerra Mundial. Imágenes satelitales de Planet Labs confirmaron la destrucción de al menos siete bombarderos estratégicos Tu-95 y Tu-160, piezas centrales del sistema de disuasión nuclear ruso.
Estos aviones de gran autonomía y capacidad para portar misiles de crucero son herencia directa de la era soviética. Lo más crítico es que Rusia no cuenta con una línea de producción activa ni con la capacidad industrial inmediata para reemplazarlos. Cada unidad destruida representa una pérdida estratégica difícil de revertir en el corto y mediano plazo.
También se reportaron daños en aeronaves de transporte Il-78, An-12 y en un avión de alerta temprana A-50.
En Olenya, base clave de la Flota del Norte en el Ártico, los drones alcanzaron depósitos logísticos y sistemas de radar. Las demás bases —Dyagilevo, Ivanovo Severny y Ukrainka— también sufrieron impactos significativos, comprometiendo gravemente la capacidad de respuesta aérea del Kremlin.
El Ministerio de Defensa ruso reconoció incendios en varias instalaciones, pero minimizó los daños; mientras que analistas occidentales, citados por Business Insider, confirmaron el éxito operativo ucraniano. Estrategias defensivas como cubrir aviones con neumáticos o usar señuelos térmicos resultaron ineficaces frente a la precisión y autonomía de los drones FPV.
David contra Goliat: drones low cost versus la maquinaria bélica rusa
Mientras Rusia despliega misiles hipersónicos como el Kinzhal, cuyo costo estimado supera los 10 millones de dólares por unidad, Ucrania responde con drones de entre 300 y 3.000 dólares, fabricados con componentes comerciales. Se trata de una guerra asimétrica que recuerda al relato bíblico de David contra Goliat: una nación sitiada que erosiona a una superpotencia con creatividad, eficiencia y tecnología accesible.
El analista Seth Jones, del Center for Strategic and International Studies (CSIS), sostiene que “la superioridad ya no se mide por el volumen de fuego, sino por la eficiencia operativa y la inteligencia estratégica”. Según The Economist, Ucrania produce hasta 50.000 drones kamikaze por mes, muchos ensamblados en talleres descentralizados.
Cada dron que alcanza su objetivo obliga a Rusia a emplear sistemas antiaéreos que cuestan cientos de veces más, como los misiles S-400 o Pantsir-S1. Esto alimenta una estrategia de desgaste económico y psicológico. Ucrania logra así maximizar el impacto militar mientras minimiza el gasto, un factor crítico en guerras de larga duración.
Inteligencia invisible: GUR, SBU e Internet Army, los cerebros del contraataque
Detrás del éxito de la Operación Telaraña hay una estructura de inteligencia ucraniana altamente sofisticada y especializada. La Dirección Principal de Inteligencia Militar (GUR), el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) y la Internet Army —una red civil-cibernética impulsada por Zelensky— coordinaron la ofensiva.
Estas entidades utilizan inteligencia artificial para identificar objetivos, analizar patrones de radar, detectar vulnerabilidades logísticas y ejecutar sabotajes digitales. A esto se suma el componente humano: agentes infiltrados en territorio ruso, operaciones de guerra electrónica y campañas de desinformación dirigidas. El resultado es una nueva doctrina de guerra híbrida descentralizada, donde lo digital y lo humano operan en sincronía.
Conclusión: el futuro de la guerra ya comenzó
Los ataques ucranianos de junio de 2025, combinando drones baratos, inteligencia artificial y acciones encubiertas, marcan un cambio radical en la doctrina militar del siglo XXI. Zelensky ha demostrado que no es necesario un arsenal millonario para alterar el equilibrio estratégico global, sino inteligencia, innovación y determinación política.
La guerra de Ucrania ha transformado el escenario geopolítico global, donde se redefine el concepto de guerra moderna. En este nuevo contexto, la ventaja ya no está en quién posee más armas, sino en quién domina la inteligencia operativa, el empleo de tecnología y la capacidad de adaptación.
Y en junio de 2025, esa ventaja parece estar del lado de Zelensky
