La adhesión de Suecia a la OTAN en marzo de 2024 marca el fin de más de dos siglos de neutralidad y refleja un realineamiento geopolítico crucial en el escenario internacional. Este giro se da en respuesta al avance autoritario de potencias como Rusia y China. En contraste, Argentina mantiene una postura ambigua en materia de política exterior, sin definir claramente su alineamiento estratégico. Bajo las gestiones de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, el país buscó estrechar lazos con gobiernos autoritarios, lo que contrasta con la histórica defensa de los derechos humanos que ha proclamado el peronismo en su discurso.
Regímenes como los de Vladimir Putin y Xi Jinping exhiben prácticas represivas que contradicen esos valores. El caso del opositor ruso Alexéi Navalny y la persecución de uigures y activistas en Hong Kong son solo algunos ejemplos. Frente a este contexto, la presidencia de Javier Milei promete un reposicionamiento hacia los valores democráticos del bloque occidental. No obstante, queda por ver si este cambio se materializará en acciones concretas o si Argentina continuará oscilando entre intereses contradictorios.
Suecia abandona la neutralidad: razones de un giro histórico
El 7 de marzo de 2024, Suecia se convirtió oficialmente en el 32.º miembro de la OTAN, poniendo fin a más de 200 años de neutralidad. Este cambio fue impulsado por la invasión rusa a Ucrania en 2022, que alteró profundamente la percepción de seguridad en el norte de Europa. La adhesión sueca busca reforzar su defensa mediante una red de garantías colectivas que complementen su ya robusto aparato militar.
El respaldo ciudadano a la OTAN creció del 33 % al 70 % tras el inicio del conflicto. Suecia aporta a la Alianza capacidades militares estratégicas: una flota de submarinos adaptada al mar Báltico, una sólida industria de defensa y un aumento sostenido del gasto militar, que alcanzará el 3,5 % del PBI en 2030. La restauración del servicio militar obligatorio y el crecimiento del número de reservistas demuestran un fuerte compromiso con la defensa nacional y colectiva.
Este cambio marca el cierre de una etapa histórica iniciada en 1814, situando a Suecia junto a sus vecinos nórdicos en una arquitectura de seguridad occidental robusta frente a amenazas emergentes.
El nuevo escenario geopolítico europeo y el rol de los países extra OTAN
La adhesión de Suecia a la OTAN reconfigura el tablero geopolítico europeo y obliga a los países extra OTAN a definir con mayor claridad sus estrategias.
Rusia, principal opositor a la expansión de la Alianza Atlántica, considera la ampliación como una amenaza existencial. Ha reforzado su presencia militar en Kaliningrado y el Ártico, y justifica su accionar en Ucrania como una defensa ante un supuesto cerco occidental (BBC Mundo, 2024).
China, por su parte, mantiene una crítica sistemática hacia la OTAN, a la que considera un “residuo de la Guerra Fría”. Aunque no interviene directamente en el conflicto europeo, promueve una alianza con Rusia en espacios como los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), rechazando la lógica de bloques militares.
En paralelo, países del Sur Global —como Brasil, India o Sudáfrica— observan con cautela la polarización internacional. A través del G20 y los BRICS, promueven una arquitectura de seguridad más inclusiva. La creciente evidencia de guerras híbridas impulsadas por China y Rusia plantea desafíos reales que exigen estrategias de contención más definidas.
India, en particular, mantiene una política de autonomía estratégica: colabora con Occidente en el Indo-Pacífico sin abandonar sus vínculos históricos con Rusia.
En este contexto, el fin de la neutralidad nórdica obliga a otras naciones a reconsiderar su posición en el nuevo orden global.
Argentina como Aliado Extra-OTAN: oportunidad estratégica o rol desaprovechado
Argentina ostenta desde 1998 el estatus de Aliado Extra-OTAN (MNNA, por sus siglas en inglés), una categoría que permite acceso privilegiado a cooperación militar, financiamiento, ejercicios conjuntos y transferencia de tecnología. Esta designación, promovida por el gobierno de Carlos Menem, representó un giro estratégico hacia Estados Unidos tras la Guerra Fría.
Según Tokatlian (2005), este vínculo fue más simbólico que operativo durante las gestiones kirchneristas, que priorizaron la integración regional a través de espacios como UNASUR y CELAC, con una retórica ideológica más que capacidad militar efectiva. Durante el gobierno de Macri, hubo un retorno pragmático hacia Occidente, aunque sin romper con los acuerdos comerciales con China.
Con la llegada de Alberto Fernández, la política exterior volvió a una lógica pendular: se mantuvieron vínculos con EE.UU. en áreas como la deuda externa, pero también se profundizaron relaciones con China e Irán. Este último tiene fuertes vínculos con los atentados perpetrados en suelo argentino. Relegando a letras muertas y sin aprovechar de forma estratégica el estatus MNNA.
Javier Milei y el reposicionamiento geopolítico argentino
Desde diciembre de 2023, el gobierno de Javier Milei ha impulsado un cambio discursivo y estratégico en política exterior. Su alineamiento explícito con Estados Unidos, Israel y las democracias liberales occidentales, junto con su rechazo a regímenes autoritarios, redefine el valor del estatus MNNA como herramienta activa de política de defensa de la Argentina.
Milei busca modernizar las Fuerzas Armadas, incrementar la cooperación en inteligencia estratégica y avanzar en ejercicios conjuntos con la OTAN. Esta visión rompe con el pragmatismo comercial de Macri y con el multilateralismo ideologizado del kirchnerismo, proponiendo una postura clara: integración plena en el bloque occidental.
Este reposicionamiento responde a la lógica de confrontación entre modelos políticos: por un lado democracia liberal versus autoritarismo de corte socialista por el otro. En ese marco, Argentina enfrenta una decisión crucial: asumir con coherencia su rol de aliado occidental o continuar en la ambigüedad estratégica que ha caracterizado su política exterior reciente.
Conclusión
La incorporación de Suecia a la OTAN representa un hito en la seguridad europea: simboliza una definición clara frente a un orden internacional fragmentado. Argentina, como Aliado Extra-OTAN, posee una oportunidad estratégica para consolidar su inserción en el bloque occidental. La gestión de Javier Milei plantea un nuevo paradigma que, de lograr concretarse podría redefinir el rol geopolítico del país en el siglo XXI.