El puente de Eads, que cruza el río Misisipi desde San Luis, Misuri hasta East San Luis, Illinois, fue catalogado al momento de su inauguración en 1874 como la estructura de arco de su tipo más larga del mundo.
Una maravilla de la ingeniería que también tiene le honor de ser el primer puente de gran tamaño construido en acero, el pionero en emplear el sistema de vigas de voladizo y uno de los primeros en usar pozos de cimentación. El mismo acero con el que Andrew Carnegie amasó una considerable fortuna.
Pero nadie creía que algo tan colosal como ese puente, pues tiene casi 1.700 metros de extensión, fuera a soportar las pesadas locomotoras para el que fue diseñado. Con la obra terminada y el temor de la población de que no fuera a resistir, a un entusiasta de la ingeniería, John Robinson, se le ocurrió hacer una prueba y despejar miedos.
El 14 de junio de 1874, Robinson encabezó un curioso test en el que pidió prestado un elefante bien grande y pesado de uno de los tantos circos ambulantes que entretenían a esa zona de Estados Unidos. Quería hacerlo cruzar por el puente, pues se creía que los elefantes tienen un instinto que les permite evitar estructuras poco seguras.
Una multitud entre sorprendida y emocionada aplaudió cuando el animal avanzó sin inconvenientes de Misuri a Illinois.
Poco después, el diseñador y constructor del puente, James Buchanan Eads envió 14 locomotoras de ida y vuelta, sin problemas, lo que permitió organizar una pomposa apertura el Día de la Independencia de Estados Unidos de 1874, con un desfile que se extendió por 15 millas.
El Puente de Eads sigue en pie y en pocas décadas celebrará sus primeros 200 años.
En 1874, años después de terminada la Guerra Civil que lo dejó en la quiebra, Estados Unidos pensaba en grande. Luego de ver las bondades del acero, Carnegie se encargó de promoverlo como el material más seguro para construir grandes estructuras, por lo que la nación se embarcó en la construcción de rascacielos, puentes y túneles.
El país no se detuvo en su expansión y esa ambición le permitió enfrentar dos guerras mundiales y convertirse en la superpotencia mundial que es hoy.
Hombres como Carnegie, Eads y Robinson pensaban en grande.
Hoy, por los lados de Colombia, escuchando las largas disertaciones del presidente Gustavo Petro, se constata lo pequeño que se piensa bien e inteligentemente en el futuro del país en pleno siglo XXI.
El plan del presidente para combatir cultivos ilícitos de hoja de coca en una parte de la larga frontera con Venezuela, específicamente en el Catatumbo, sirve para constatar lo pequeño en que se piensa por estos días. La estrategia del presidente es cambiar esos cultivos por otros.
No se escuchó del primer mandatario la promoción de grandes empresas industriales, que demanden cantidades ingentes de inversión, mano de obra y encadenamientos productivos con otras actividades y que atiendan las enormes necesidades de esa región, una de las más castigadas por la violencia.
O al menos unas que puedan ser realizables, en contraste con aquellas con las que ha distraído a la opinión pública en sus casi 3 años de mandato, como la construcción de aeropuertos en medio de un desierto o de un tren elevado eléctrico entre Buenaventura y Barranquilla.
Estacionada en algún escritorio entre los ministerios del actual gobierno, aún debe andar un documento de 169 páginas que establece la llamada “Política Nacional de Reindustrialización”, que promovió el antiguo ministro de Comercio, Industria y Turismo, Germán Umaña.
La estrategia cumplirá este diciembre dos años de haber sido aprobada.
Es lo más parecido a una política de industrializar nuevamente al país, si es que se considera como tal el proceso que vivió a comienzos del siglo XX, que dejó algunas industrias metalúrgicas, de ensamblaje de vehículos y productoras de alimentos procesados, entre otras. Muchas de ellas, hoy, no existen.
No se conocen avances concretos que hagan pensar que algo de la pomposa política de reindustrialización colombiana se haya puesto en marcha.
Petro ni siquiera la menciona sus extensas disertaciones. Tampoco se han producido convocatorias públicas que permitan evidenciar que la política de reindustrialización haya arrancado.
Además de pensar en pequeño, en Colombia por estos días no se piensa en algo realizable.
Si se quisiera pasar un “elefante” por el puente que tendió el gobierno con su política de reindustrialización, no pasará la prueba de resistencia. Sencillamente porque no se ha iniciado su construcción.