El pasado domingo 9 de marzo, Honduras vivió un episodio que marcará la historia política del país: “La Rebelión de las Maletas”. Un nombre que simboliza la resistencia ciudadana ante la descarada conspiración del oficialismo para sabotear las elecciones internas. Con el contubernio de las Fuerzas Armadas y el sector transporte, el partido de izquierda en el poder intentó bloquear el ejercicio democrático de miles de hondureños, demostrando su temor ante el juicio de las urnas. Sin embargo, lo que ocurrió esa noche fue una muestra inquebrantable del espíritu libertario de una nación que no está dispuesta a ceder su derecho a elegir su destino.
Desde el amanecer hasta la madrugada del día siguiente, los encargados de las Juntas Receptoras de Votos, junto con la ciudadanía, permanecieron firmes en los centros de votación. Las urnas se convirtieron en trincheras de libertad, los votantes en soldados de la democracia y las maletas electorales en el estandarte de una causa justa: el rechazo a un gobierno que ha sumido al país en el empobrecimiento, el autoritarismo y la desesperanza.
El intento de boicot no fue un acto improvisado. Se evidenció en la negligencia premeditada de las instituciones encargadas de garantizar el proceso electoral, en la paralización estratégica del transporte público y en la negativa de las Fuerzas Armadas a distribuir el material electoral en tiempo y forma. Pero el pueblo hondureño, ese mismo que ha soportado la corrupción, el desempleo y la crisis económica provocada por políticas fallidas, dio una lección de civismo y coraje. No se rindió. No se doblegó. No retrocedió.
La firmeza de quienes defendieron su derecho al voto es un mensaje claro para el régimen: Honduras no aceptará imposiciones. La maniobra desesperada del oficialismo no solo fracasó, sino que avivó la llama del cambio. Hoy, más que nunca, la ciudadanía está convencida de que el futuro del país no debe estar en manos de quienes lo han llevado a la ruina.
Pero la batalla por la libertad no termina aquí. “La Rebelión de las Maletas” es solo el preámbulo de la gran jornada que nos espera en noviembre. No podemos permitir que los mismos que intentaron silenciar la voluntad del pueblo nos arrebaten la oportunidad de un nuevo comienzo.
Es el momento de redoblar esfuerzos, de organizarnos, de movilizarnos y de asegurarnos de que cada voto en las elecciones generales sea un grito de independencia contra la opresión. La libertad no se mendiga, se conquista. Y este noviembre, Honduras tiene la oportunidad de demostrar que su destino no lo deciden unos cuantos en el poder, sino la voluntad inquebrantable de su pueblo.
¡A las urnas, hondureños! ¡Por la democracia, por la libertad y por un país donde el poder vuelva a sus legítimos dueños: los ciudadanos!