¿Parientes en trincheras diferentes? La sorprendente conexión familiar entre Eduardo Verástegui y el Subcomandante Marcos
Pocas historias podrían ser tan inesperadas como esta: uno, actor, católico practicante, empresario, productor de cine, activista pro-vida, líder de la nueva derecha conservadora; el otro, guerrillero zapatista, símbolo del altermundismo radical y enemigo declarado del “imperialismo”. Ambos nacidos en Tamaulipas, ambos con raíces en Xicoténcatl y, según fuentes genealógicas locales, posiblemente unidos por un lazo de sangre.
Nos referimos a Eduardo Verástegui, originario de Ciudad Mante y criado en Xicoténcatl, y a Rafael Sebastián Guillén Vicente, nombre que la mayoría de los investigadores le atribuye al mítico Subcomandante Marcos, líder del EZLN.
Según datos recopilados de registros civiles y testimonios locales, el bisabuelo de Verástegui, Vicente Verástegui Escudero, estuvo casado con Amalia Marroquín Guillén. Esta última sería el presunto vínculo clave con la familia Guillén, apellido que también ostenta la familia de Rafael Guillén Vicente, quien, según múltiples fuentes, tiene raíces tanto en Xicoténcatl como en Tampico, Tamaulipas.
Poncho Guillén, padre del Subcomandante Marcos, habría vivido en Xicoténcatl, Tamaulipas, justo enfrente de donde ahora reside la familia de Eduardo Verástegui. Allí, el papá de Marcos tenía una mueblería que, décadas más adelante, se convirtió en una paletería. Eduardo Verástegui, cuando era niño, solía frecuentar ese lugar todos los días y, por las tardes, al salir de la escuela primaria, recorría el pueblo con un carrito lleno de paletas para venderlas.
¿Quién hubiera imaginado que estos dos personajes podrían tener lazos de sangre y haber crecido en la misma cuadra?
La conexión, aunque no confirmada públicamente por ninguno de los dos protagonistas, apunta a un posible parentesco colateral, probablemente por línea paterna, que colocaría a Verástegui como sobrino del Subcomandante Marcos.
Los contrastes no podrían ser más marcados: un cineasta que terminó haciendo películas y que ahora lidera una batalla cultural, política y espiritual desde la trinchera conservadora; el otro, formado en la UAM y la UNAM, convertido en la voz del levantamiento indígena de 1994 y en una figura emblemática de la izquierda latinoamericana.
Pero ambos, curiosamente, salieron muy hábiles para la comunicación, con amor por el arte y profundas raíces en el noreste de México.
¿Dos ramas del mismo árbol enfrentadas por ideologías irreconciliables? ¿O acaso una prueba más de que la historia de México se teje entre contrastes extremos?
Hasta ahora, ninguno de los dos ha confirmado ni desmentido el vínculo. Pero si la sangre no miente, la historia está a punto de volverse aún más fascinante.