Introducción
A medida que la guerra en Ucrania se aproxima a su cuarto año, el tablero geopolítico global atraviesa una transformación profunda y sin precedentes. La reciente tregua propuesta por Rusia durante las Pascuas católicas fue rápidamente violada mediante ataques a infraestructuras civiles ucranianas. Al mismo tiempo, la Casa Blanca enfrenta crecientes cuestionamientos sobre su capacidad para liderar una salida duradera al conflicto.
Una tregua sin compromiso
La propuesta rusa de un cese al fuego de 30 horas fue recibida con escepticismo en Kiev, y no sin razón: las fuerzas rusas reanudaron los bombardeos con artillería y drones durante la supuesta pausa, según denunciaron las autoridades ucranianas. Para muchos ucranianos, este nuevo incumplimiento confirma el desprecio del Kremlin por cualquier esfuerzo de paz promovido desde Occidente. Y también representa una debilidad para Donald Trump, quien en campaña aseguraba que Rusia solo actuaba con agresividad porque no respetaba a Joe Biden.
Aunque el presidente Volodímir Zelenski ha accedido a participar en negociaciones presionado por la comunidad internacional, considera que el plan impulsado por Trump no es más que un intento de legitimar la agresión rusa.
Trump, Kellogg y Rubio: una paz forzada
La propuesta de paz promovida por la administración Trump tiene como protagonistas al general retirado Keith Kellogg y al actual secretario de Estado, Marco Rubio. Ambos coinciden en la necesidad de congelar el conflicto, incluso si eso implica aceptar concesiones territoriales a Rusia.
Kellogg fue claro: “Ninguna de las partes ganará. Es hora de terminar esta guerra con un empate” (Euromaidan Press). Rubio, por su parte, propuso asumir la pérdida de Crimea y partes del Donbás a cambio de una incorporación acelerada de Ucrania a la Unión Europea, acompañada de un pacto de defensa que no implique una membresía plena en la OTAN. En entrevista con Meduza, declaró: “La diplomacia requiere aceptar pérdidas para evitar un conflicto permanente”.
Ucrania no negocia su soberanía
Desde Kiev, la respuesta fue inmediata. Zelenski y su equipo rechazan tajantemente cualquier propuesta que implique legitimar la ocupación rusa. Acusan a Trump de rendirse ante Putin y de ignorar los principios básicos del derecho internacional. En palabras del canciller Dmytro Kuleba: “Ucrania no aceptará ningún acuerdo que sacrifique su integridad territorial por promesas inciertas”.
El retorno de la disuasión nuclear
La desconfianza hacia las garantías de seguridad ofrecidas por Occidente ha reactivado un debate que se creía superado: el regreso del armamento nuclear. En abril de 2025, Oleksandr Lytvynenko, jefe del Consejo de Seguridad Nacional, advirtió que Ucrania podría reconsiderar su estatus de país no nuclear si no obtiene garantías creíbles:
“Si la comunidad internacional no garantiza efectivamente nuestra seguridad, Ucrania deberá considerar todas las opciones estratégicas, incluyendo aquellas que renunció voluntariamente hace treinta años.” — Kyiv Post, abril de 2025
El contexto histórico es esencial. En 1994, Ucrania desmanteló su arsenal nuclear en virtud del Memorándum de Budapest, a cambio de garantías de integridad territorial ofrecidas por Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia. La anexión de Crimea en 2014 y la invasión a gran escala en 2022 son percibidas por gran parte de la población ucraniana como la evidencia del incumplimiento de esas promesas.
La amenaza ambigua de Trump
Aunque el plan de Trump no contempla explícitamente una escalada militar, el presidente lanzó una advertencia críptica: si Putin no acepta un alto el fuego inmediato, habrá “malas noticias para este mundo”. Muchos interpretaron esas palabras como una amenaza de retomar el envío de armas a Ucrania, como ocurrió en 2018 con los misiles Javelin durante su primer mandato.
Además, el vicepresidente JD Vance advirtió que “Estados Unidos abandonará las negociaciones si no se llega a un acuerdo inmediato”, según informó Cadena SER el 23 de abril de 2025. Estas declaraciones sugieren que la administración Trump podría endurecer su postura si no hay avances diplomáticos desde Moscú.
Reconocer a Rusia, habilitar a China
Aunque presentada como una salida pragmática, la estrategia de Trump podría abrir la puerta a consecuencias geopolíticas peligrosas. Si Ucrania se ve forzada a aceptar la ocupación rusa, se institucionalizaría la idea de que la fuerza militar puede redefinir fronteras sin consecuencias, reviviendo lógicas del siglo XX. Esta señal podría ser interpretada por actores revisionistas —como China— como una luz verde para avanzar sobre Taiwán o ampliar su presencia en el mar de China Meridional.
Por otro lado, si Ucrania decide rearmarse nuclearmente, el sistema global de no proliferación podría colapsar. El dilema para Occidente es claro: garantizar la seguridad de sus aliados o enfrentarse a un escenario internacional más inestable, polarizado y nuclearizado.
Conclusión: presión, paz y poder
Kellogg y Rubio apuestan por una paz inmediata, aun si esto implica renuncias dolorosas para Ucrania. Zelenski, en cambio, sostiene que la defensa de la soberanía nacional no es negociable, aun reconociendo las dificultades para recuperar los territorios ocupados. La reciente incursión en Kursk —más simbólica que estratégica— ilustra esta postura: elevar la moral, preservar recursos y evitar ofensivas insostenibles.
Si el respaldo occidental se debilita, la disuasión nuclear podría volver a ser considerada como el único escudo viable. En este contexto geopolítico incierto, la guerra en Ucrania no solo determinará el destino de Europa del Este, sino también las reglas fundamentales del orden internacional del siglo XXI.