Durante décadas, Estados Unidos acogió a China en el sistema económico global con la esperanza de que el comercio fomentara la liberalización y el beneficio mutuo. En cambio, el Partido Comunista Chino (PCC) explotó la apertura de Estados Unidos, utilizando el comercio y la inversión como armas de guerra asimétrica. Bajo la apariencia de una asociación, Pekín construyó una economía impulsada por el robo de propiedad intelectual, la manipulación de divisas y las industrias subsidiadas por el estado diseñadas para aniquilar a los competidores extranjeros.
Ahora, bajo el liderazgo del presidente Donald Trump, Estados Unidos ya no está dispuesto a ser el ingenuo. Las audaces tarifas de Trump y la realineación económica estratégica no son solo una respuesta, sino el primer contraataque real. Voces como las del secretario del Tesoro Scott Bessent, Tucker Carlson y Maria Bartiromo están cortando el ruido: China no es un socio comercial. Es un adversario estratégico. Y el momento de enfrentarlo es ahora.
El juego largo de China: Explotación por diseño
El ascenso económico de China no fue un milagro, fue un método. Desde que se unió a la Organización Mundial del Comercio en 2001, China ha violado sus compromisos mientras se cubría con el lenguaje de la cooperación. Desde transferencias tecnológicas forzadas y espionaje industrial hasta la venta de bienes por debajo del costo, el PCC convirtió las reglas globales en herramientas de dominación.
Kevin O’Leary capturó la esencia en CNN:
“China no juega según las reglas. Han estado robando propiedad intelectual durante años y la usan para competir contra nosotros injustamente. Es un juego amañado.”
Tiene razón. Según un informe de la USTR de 2017, las prácticas de China cuestan a la economía estadounidense cientos de miles de millones anuales en propiedad intelectual perdida y desventaja estratégica. Esto no es capitalismo, es un saqueo patrocinado por el estado.
Peor aún, China usa su dominio en cadenas de suministro críticas —desde elementos de tierras raras hasta ingredientes farmacéuticos activos (API)— para crear puntos de estrangulamiento estratégicos. Cuando llegó el COVID-19, China insinuó que retendría suministros médicos esenciales, exponiendo cuán profundamente dependiente se había vuelto Estados Unidos.
Como advirtió Maria Bartiromo:
“Están profundamente dentro de nuestra infraestructura y mercados de capitales. Los inversionistas estadounidenses están financiando sin saberlo a su adversario número uno.”
La postura de Trump: Cambiando las tornas
Entra Donald Trump, no con un apretón de manos, sino con un martillo. La última tarifa del 54% de su administración sobre las importaciones chinas (abril de 2025) no es imprudente. Es una contención económica estratégica.
El secretario del Tesoro Scott Bessent, en una reciente entrevista con Tucker Carlson, desestimó el alarmismo:
“No se trata de las acciones del Mag 7, se trata de MAGA: Hacer a América Grande de Nuevo. Las tarifas son cómo nivelamos el campo de juego.”
Bessent explicó por qué China no puede contraatacar. Con una economía doméstica quebrada, un sector inmobiliario en colapso y un modelo de exportación dependiente de la demanda estadounidense, las manos de Pekín están atadas. Devaluar el yuan podría impulsar temporalmente las exportaciones, pero también desencadenaría una fuga de capitales, ahuyentaría a los inversionistas y aplastaría a la ya golpeada clase media china.
Los críticos de Trump se quejan de precios más altos para los consumidores. Pero ignoran el panorama general: Estados Unidos ya no está subsidiando su propio declive. Estamos reconstruyendo. Apple ahora enfrenta tarifas del 104% sobre los iPhones fabricados en China a menos que traslade la producción a suelo estadounidense. Eso no es punitivo, es una política industrial pro-crecimiento.
La desviacion de China: Negación y bloqueo
La retórica de Pekín es tan predecible como vacía. Tras las tarifas de Trump, el Ministerio de Comercio de China lloró “acoso unilateral” y amenazó con “contramedidas resolutas”. Pero como señaló Bartiromo en 2019:
“Los chinos retrocedieron en todo lo que acordaron. No cambiarán porque todo su modelo está construido sobre trampas.”
De hecho, el mismo bloqueo mató las negociaciones de tarifas tecnológicas de la OMC en 2013. Más recientemente, China impuso tarifas de represalia sobre la agricultura estadounidense para apuntar a los votantes rurales, pero esto no es una represalia económica; es teatro político.
Tucker Carlson lo clavó:
“Que China se queje de ‘chantaje’ es irónico. Nos han estado chantajeando durante décadas —con fentanilo, tierras raras y promesas vacías.”
La negativa del PCC a comprometerse no es una estrategia de fuerza, es la reacción de un régimen cuyo motor económico está fallando.
Recuperando las Américas: De la vulnerabilidad a la vitalidad
La estrategia de Trump no se limita a las tarifas. Se trata de la resiliencia hemisférica. China ha infiltrado infraestructura crítica desde Colombia hasta Panamá, usando la diplomacia de la deuda para comprar activos estratégicos. En abril de 2025, el secretario de Defensa Pete Hegseth envió un mensaje claro:
“China no construyó este canal. China no opera este canal. China no convertirá este canal en un arma.”
La salida de Panamá de la Iniciativa de la Franja y la Ruta marca un punto de inflexión. Al repatriar la manufactura y reforzar alianzas en América Latina, Trump está fortificando el Hemisferio Occidental contra la influencia del PCC.
En casa, esto significa restaurar la capacidad industrial, reducir la dependencia de regímenes hostiles y crear empleos bien remunerados. En el extranjero, significa asegurar que ningún puerto, canal o red eléctrica en las Américas pueda convertirse en un arma contra Estados Unidos.
Como dijo Bessent:
“Mantenemos una política de dólar fuerte. No se trata de debilitarnos; se trata de fortalecer nuestra posición.”
Sí, culpen a China, pero denle crédito a Trump
No se trata de buscar chivos expiatorios. Se trata de finalmente reconocer al adversario por lo que es y responder con la seriedad que exige.
Durante 20 años, China jugó el juego largo mientras Estados Unidos jugaba bonito. Trump ha terminado con esa era. Las tarifas no son una escalada, son el comienzo de la independencia económica estadounidense.
La estrategia de China era clara: Vacíarnos, engancharnos y mantenernos como rehenes.
La respuesta de Trump es aún más clara: Repatriar. Reconstruir. Reclamar.
Así que sí, culpen a China. Pero agradezcan a Trump por contraatacar.