Por qué Washington, Tel Aviv y Buenos Aires no pueden darse el lujo de ignorar la deriva política chilena
En el extremo suroeste de América del Sur, una batalla silenciosa se está librando, lejos de los titulares globales pero con profundas implicancias para el equilibrio regional y la seguridad hemisférica. Chile, nación históricamente moderada y clave en el eje democrático del Pacífico Sur, se encuentra ante una disyuntiva decisiva: alinearse con las democracias liberales de Occidente —como lo ha hecho Argentina bajo el liderazgo valiente de Javier Milei— o consolidar un viraje geopolítico hacia bloques antioccidentales, de la mano de influencias pro-palestinas, pro-chinas y abiertamente hostiles a Israel y a Estados Unidos.
Esta elección, sin exageración, podría redibujar el mapa estratégico de Sudamérica y poner en riesgo no sólo a Chile, sino también a sus vecinos inmediatos, en particular a Argentina, y a sus aliados naturales, en especial Israel y Estados Unidos.
La Influencia Palestina en Chile: Mucho Más que una Cuestión Diplomática
Chile alberga la comunidad palestina más grande fuera del Medio Oriente, con cerca de 500,000 personas, algunas de ellas ahora integradas profundamente en el aparato político del país. Líderes como Daniel Jadue, alcalde comunista de Recoleta y excandidato presidencial, se han convertido en voceros abiertos de una agenda militante contra Israel. Esta comunidad, lejos de limitarse a demandas culturales o identitarias, ha penetrado los partidos políticos, universidades, sindicatos y medios, construyendo una narrativa sistemática de oposición a Israel y, en extensión, a sus aliados estratégicos.
Bajo el gobierno de Gabriel Boric, Chile retiró a su embajador en Tel Aviv, rechazó al embajador israelí en Santiago y reconoció formalmente al Estado de Palestina, intensificando la ruptura diplomática con Jerusalén. Si esta tendencia continúa o se profundiza con un nuevo gobierno abiertamente propalestino, se consolidará una plataforma antiisraelí y antiestadounidense en pleno corazón del Cono Sur.
El Eje Santiago–Pekín–Ramala: Un Riesgo Geopolítico
La creciente influencia de China en la infraestructura chilena, particularmente en sus puertos estratégicos del Pacífico, representa otro motivo de alarma. Empresas estatales chinas ya operan o buscan operar en puertos como Valparaíso, San Antonio y Antofagasta, desde donde podrían proyectar poder comercial y militar hacia la región antártica y la costa atlántica argentina, además de establecer sistemas de vigilancia y control digital.
Un eventual alineamiento entre una presidencia chilena pro-china y pro-palestina sería una cuña perfecta para dividir el frente atlántico-pacífico de Sudamérica, debilitando a Argentina y aislando a los aliados occidentales.
El Impacto en Argentina: Una Amenaza Directa a la Seguridad Nacional
Argentina no es ajena a las consecuencias de los desajustes en Chile. Ya hoy, el país experimenta una presión migratoria creciente desde el otro lado de la cordillera, especialmente a través de la Patagonia.
Migración masiva desde Haití, Venezuela y África:
Promovida por políticas de “puertas abiertas” del actual gobierno chileno, ha transformado barrios enteros y desbordado servicios sociales. Muchos de estos migrantes —algunos vinculados a redes delictivas internacionales— cruzan a Argentina por pasos no controlados, alimentando el crimen organizado, la trata y el narcotráfico.
Grupos Mapuches Radicalizados:
Desde el lado chileno, grupos pseudoindígenas han comenzado a infiltrarse en territorio argentino, promoviendo ocupaciones ilegales de tierras, atentados incendiarios y el debilitamiento del Estado de Derecho en la Patagonia. Varios de estos grupos han recibido simpatía, y en algunos casos protección judicial y política en Chile.
Una presidencia chilena que legitime o tolere estos movimientos sería una amenaza directa a la integridad territorial y al desarrollo económico del sur argentino.
Una Elección que Incumbe a Todo Occidente
No se trata simplemente de un giro interno en la política chilena. Se trata de un país bisagra que puede inclinar el equilibrio continental hacia dos polos muy distintos:
- Un bloque liberal, democrático, promercado, alineado con Estados Unidos, Israel y Argentina bajo Milei, capaz de construir puentes hacia el Indo-Pacífico y defender los valores de la libertad.
- O un bloque autoritario, radicalizado y antioccidental, orientado hacia China, Irán, Palestina y otros actores que socavan sistemáticamente el orden internacional basado en reglas.
Los candidatos actuales en Chile respaldados por sectores palestinos y la izquierda ideológica no esconden su intención de dar ese segundo paso. Es aquí donde se hace vital, para Israel, Estados Unidos y Argentina, involucrarse diplomáticamente, mediáticamente y estratégicamente para asegurar que Chile siga siendo parte del hemisferio occidental, no solo geográficamente, sino también en valores.
El Momento de Actuar es Ahora
El futuro de Chile no es un asunto exclusivamente chileno. Como lo demostró Argentina en 2023, una elección puede redefinir el rumbo de una nación y su lugar en el mundo. La elección chilena de 2025 puede decidir si el Cono Sur se convierte en un bastión de libertad o en una retaguardia de influencias hostiles.
- Para Argentina, representa una cuestión de seguridad fronteriza, orden interno y equilibrio geopolítico.
- Para Israel, una amenaza creciente de aislamiento diplomático.
- Y para Estados Unidos, una advertencia más de que el continente está en disputa.
Occidente no puede darse el lujo de mirar hacia otro lado.