El toro embiste con sus cuernos de abajo hacia arriba, por eso, cuando los precios de las acciones suben, dicen que el mercado tiene una tendencia bull (toro). La firma Merrill Lynch (hoy del Bank of America) adoptó un toro como su emblema: el toro de bronce en el que muchos se han tomado fotos, ubicado en el separador central de Wall Street, Nueva York.
Por el contrario, el oso ataca con su garra desde arriba hacia abajo, por eso, a la tendencia bajista se le dice bear (oso). Durante las grandes crisis, en algunos casos, se prohíben las operaciones cortas para que no se acentúe la caída de los precios de las acciones en las bolsas.
Los precios de las acciones se mueven con base a las expectativas de lo que pueda pasar en el futuro, porque cuando se compra una acción, se compran los flujos futuros que genere la empresa que emitió la acción, objeto de la operación.
Esto determina que el mercado escoja al oso o al toro. Se entiende que cuando son positivas las expectativas, se crea una mayor demanda que sube el precio (toro). Se compra en el presente para vender en el futuro; a esas operaciones se les dice “largas”.
En las operaciones “cortas” se vende primero porque las expectativas son a la baja (oso) y se espera que el precio caiga para comprarlas en el futuro. El precio de una acción cae mucho más rápido de lo que sube. La curva del comportamiento histórico del precio de una acción así lo demuestra. El alza puede demorar años, pero la caída puede ser cuestión de horas.
Ergo, las operaciones cortas son muy atractivas porque las ganancias pueden ser muchas en muy corto tiempo. El negocio especulativo en la bolsa no es ciencia de cohetes, es, simplemente, comprar barato para vender a un mayor valor, sin importar el orden cronológico en el que se realicen las operaciones de compra o de venta.
Los administradores de portafolios de inversión están obligados a valorar las acciones de los portafolios que administran a los precios del mercado. Es decir, deben hacer un simulacro de venta diario que refleje cuánto valen sus inversiones con base a lo que, en el mercado, estarían dispuestos a pagar.
No significa que materialicen esa pérdida o utilidad relativa al hacer esa valoración, pero es una forma que los inversionistas tienen de conocer el valor de su inversión en un momento determinado. Valor que solo se materializa cuando se realiza una operación real en el mercado bursátil. Nadie incurre en una pérdida mientras no venda sus acciones tras una caída de precios, en el caso de posiciones largas.
Nadie se vuelve rico si no cierra las posiciones cortas cuando los precios bajan, ni se vuelve pobre si los precios suben por encima del precio de venta, hasta que efectivamente se lleve a cabo una operación de compra que permita cerrar la posición.
La Inteligencia Artificial (IA), tan venerada por muchos, genera señales inequívocas de venta cuando los precios llegan a máximos históricos y desbordan esos techos invisibles que se trazan en las gráficas virtuales. Decisiones que reflejan un criterio exclusivamente técnico, que no admite conceptos del análisis fundamental.
Los mercados caen por culpa de la sobreoferta artificial que generan los robots que han reemplazado a los seres humanos. Un ser humano racional tomaría decisiones en contrario, porque tienen la capacidad de leer y entender las señales, los cambios, el entorno y otras variables fundamentales asociadas a la llegada del señor presidente Donald Trump a la Casa Blanca. Afortunadamente, Joe Biden ya se fue y Kamala Harris no se quedó.
Los activos financieros son flujos de dinero futuro. Privilegian el análisis financiero fundamental sobre el técnico, obvio, porque el ejercicio de prospección que realiza el inversionista debe basarse en el comportamiento futuro esperado de la actividad corporativa, y no en estimaciones hechas con base en el comportamiento histórico de los estados financieros.
En la actual coyuntura, hay muchos que no entienden, o eso parece, que Donald Trump es el presidente de los Estados Unidos y recibió un mandato de los ciudadanos estadounidenses para que gobierne en beneficio de los intereses, obvio, de todos los estadounidenses.
En este sentido, Trump toma decisiones para fortalecer la economía de su nación y busca promover el libre mercado mundial, usando, precisamente, su gran capacidad de negociador, que no tiene nada que ver cálculos políticos a los que están acostumbrados los que viven de hacer esos análisis del vetusto modelo del Nuevo Orden, en el que los gobernantes se mueven por sus intereses personales y por los intereses de los miembros de la logia que los puso en el poder.
Lo que se viene es la desaparición de todos esos cárteles que mantenían los precios en niveles absurdos. El Cártel de la OPEP, el Cártel de la Organización Internacional del Café (IOC) y el resto de cárteles, encargados de fabricar, de manera artificial, escasez para mantener la oferta de manera restringida y forzar el alza de los precios. Una ONG que también va a desaparecer con el retorno del libre comercio mundial, es la Organización Mundial del Comercio (OMC). Tambien, muy seguramente, se acaban las reuniones periódicas del General Agreement on Tariffs and Trade (GATT).
El regreso de las monedas nacionales al patrón oro, necesario para recuperar la confianza en la moneda, mantener la paridad y la equivalencia en los términos de intercambio en el comercio mundial, terminará de una buena vez por todas y para siempre, con la inflación, que tiene como principal consecuencia que el costo del dinero en el tiempo tienda a cero.
Entonces, por esto, los mercados de deuda pública tienden a desaparecer, porque los rendimientos ofrecidos por los instrumentos de renta fija van a ser mínimos o inexistentes. Además, los Estados no van a tener la necesidad de endeudarse cuando se desmantele, en su totalidad, el aparato estatal criminal.
Los mercados de acciones se van a fortalecer y van a regresar a su función primigenia de financiación y no de especulación, ante el evidente desmantelamiento de los bancos comerciales. Estos, en su prehistoria, eran usados para guardar los caudales y luego, cuando el dinero empezó a tener costo en el tiempo por culpa de la inflación, promovieron el ahorro: ese fue su momento de esplendor.
Hoy, los bancos comerciales están desapareciendo. Despidos masivos, pérdida del objeto central de su negocio y la híper regulación estatal acabó con varios siglos de actividad bancaria, mientras que los fondos de inversión serán los nuevos administradores del ahorro privado.
La función del Mercado de Capitales, de convertir el ahorro en inversión, se va a realizar a través de las acciones de empresas privadas, que mitigan el riesgo frente a los instrumentos de deuda pública. Estas acciones se negocian en las bolsas de valores, que volverán a ser las reinas de los mercados financieros del mundo.