Introducción
“¡Hagan lío!” Fue la frase emblemática del papa Francisco durante la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, en 2013, a poco de asumir su pontificado. Esta expresión nos ofrece una síntesis poderosa de su legado y de su visión para la Iglesia católica del siglo XXI. Fue un llamado a los jóvenes a no ser indiferentes frente a las injusticias y los problemas del mundo, pero también una consigna que él mismo encarnó desde la sede apostólica en Roma.
Una prueba de esta mirada transformadora se encuentra en sus propias palabras:
“Quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesia salga a la calle… ¡Hagan lío! Pero también quiero que se organicen bien, que no me hagan un lío que después no se pueda arreglar.”
También es necesario mencionar que Francisco tuvo una relación compleja y diversa con los presidentes argentinos, marcada por afinidades y tensiones, influidas por factores políticos, ideológicos y personales. Sin embargo, esto no debería opacar el significado profundo de su pontificado como el primer Papa argentino y latinoamericano, cuya tarea de guiar la fe católica de millones trascendió las mezquindades de la política partidaria local.
El legado pastoral del papa Francisco
Desde su elección en 2013, Jorge Bergoglio —jesuita y arzobispo de Buenos Aires— se convirtió en el primer papa de América Latina, marcando un hito en la historia de la Iglesia católica. Su pontificado estuvo signado por el deseo de alejar a la Iglesia de las sombras del pasado y acercarla nuevamente a una feligresía cada vez más distante.
Su liderazgo apostó a una Iglesia más cercana a los pobres, comprometida con los problemas del mundo actual y abierta al diálogo. Promovió una “Iglesia en salida”, centrada en los márgenes sociales, como expresó en Evangelii Gaudium (2013). También cuestionó el clericalismo y alentó una mayor participación de los laicos. Según el sociólogo Massimo Faggioli, “Francisco ha reconfigurado la geografía del catolicismo, desplazando el centro hacia el sur global” (The Atlantic, 2023).
En su encíclica Laudato Si’ (2015), abordó el concepto de ecología integral, conectando el cambio climático con la justicia social. “Laudato Si’ ha marcado un punto de inflexión en la doctrina social de la Iglesia”, señala la investigadora Celia Deane-Drummond en Theological Studies (2016).
Francisco no ocultó las acciones oscuras de algunos de los miembros de la Iglesia e impulsó reformas profundas en la estructura del Vaticano mediante la constitución apostólica Praedicate Evangelium (2022), además de avanzar en la prevención de abusos dentro de la institución.
Como su predecesor Juan Pablo II, también actuó como mediador en conflictos, como en el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos en 2014, y promovió activamente el diálogo interreligioso. Según Rafael Luciani, “su liderazgo ha introducido un nuevo paradigma geopolítico basado en el multilateralismo y la ética de la solidaridad” (Revista de Estudios Internacionales, 2021).
La relación del papa Francisco con los presidentes argentinos
La relación del papa Francisco con los presidentes argentinos fue diversa, atravesando desde críticas intensas hasta momentos de diálogo y reconciliación. Esta dinámica no debería evaluarse desde marcos ideológicos, ya que sus acciones respondieron a una lógica pastoral que trasciende la coyuntura política.
Con Néstor y Cristina Fernández de Kirchner, la relación fue tensa. Como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio fue crítico de varias políticas gubernamentales y fue acusado por sectores afines al kirchnerismo de ser un “peronista de derecha” e incluso de complicidad con la dictadura, cargos que él negó y por los cuales declaró ante la justicia en 2010. Cristina Fernández de Kirchner fue poco seria en su trato con estas acusaciones: primero las impulsó de manera explícita o las permitió en su entorno político, y luego, tras la elección de Bergoglio como Papa en 2013, protagonizó un notorio giro en su actitud. Se reunió con él en siete ocasiones, tanto en el Vaticano como en América Latina, marcando un claro contraste entre la desconfianza inicial y el afán posterior de cercanía institucional.
La relación con Mauricio Macri fue más distante. Se reunieron dos veces en 2016. La primera audiencia fue breve y marcada por la seriedad del Papa, lo que generó interpretaciones sobre la frialdad del vínculo. En el segundo encuentro, el clima fue más distendido. Sin embargo, Macri expresó sentirse poco acompañado por Francisco, una expectativa que excede las funciones de un pontífice y que revela una lectura limitada del rol pastoral del Papa.
De las críticas severas a la reconciliación
El encuentro entre el papa Francisco y Javier Milei en el Vaticano, en febrero de 2024, simbolizó un acto concreto de reconciliación. A pesar de las duras críticas que Milei había dirigido al pontífice durante su campaña, Francisco lo recibió con cordialidad y sin hacer alusión directa a las ofensas pasadas. Esta actitud refleja lo que escribió en Fratelli Tutti: “Perdonar no significa permitir que se siga pisoteando la propia dignidad” (Francisco, 2020, n. 241), sino abrir caminos hacia la reconciliación y la convivencia.
La reunión, que incluyó gestos diplomáticos y religiosos —como el regalo de una medalla de San Francisco de Asís y una audiencia extendida de más de una hora— fue interpretada como un acto de perdón y una aplicación práctica de la doctrina social de la Iglesia.
Reacciones tras el fallecimiento del papa Francisco
Tras el fallecimiento del papa Francisco el 21 de abril de 2025, el presidente Javier Milei expresó su pesar y destacó la “bondad y sabiduría” del pontífice, a pesar de las diferencias que tuvieron en el pasado. El gobierno argentino decretó siete días de duelo nacional, y Milei anunció su viaje a Roma para asistir al funeral, encabezando la delegación oficial del país.
Conclusión
El papa Francisco deja un legado profundo y disruptivo que marcó un antes y un después en la historia reciente de la Iglesia católica. Su pontificado no solo actualizó la doctrina desde una perspectiva más humanista y cercana a los márgenes sociales, sino que también propuso una espiritualidad comprometida con el mundo real, con los pobres, con la ecología, y con la justicia.
Desde el Vaticano, no dudó en impulsar reformas internas, denunciar los abusos y promover una Iglesia en salida, al tiempo que ejerció un papel diplomático clave en escenarios internacionales. Su liderazgo fue, sin dudas, incómodo para sectores conservadores, tanto dentro como fuera del ámbito eclesial, pero fiel a su identidad jesuítica y latinoamericana, logró representar a millones con una voz pastoral firme, crítica y profundamente ética.
En cuanto a la Argentina, su país natal, la relación con los distintos gobiernos fue tan variada como reveladora: reflejó las tensiones propias de una nación donde la política suele invadir todos los ámbitos, incluso el religioso. Sin embargo, Francisco mantuvo una coherencia que trascendió a los presidentes de turno, guiado por una visión universalista y no partidaria. Su muerte deja un vacío significativo, pero también una hoja de ruta clara para una Iglesia que, más que conservar poder, debe seguir luchando por la dignidad humana, la verdad.