En regímenes autoritarios, el arte libre es mucho más que una expresión cultural: es una forma de resistencia. Esta fue mi mayor impresión tras asistir recientemente a una función de Shen Yun, una compañía artística internacional dedicada a revivir la profunda herencia espiritual y cultural de la antigua China a través de la danza clásica china, la música y una puesta en escena conmovedora.
Lo que vi no fue solo excelencia escénica, sino también un poderoso mensaje en favor de la fe, la dignidad humana y la libertad. Varias de las piezas presentadas se inspiran en hechos reales: la represión sistemática contra quienes practican Falun Dafa, una disciplina espiritual basada en los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia, que el régimen chino considera una amenaza ideológica.
Este tipo de censura brutal no es un hecho aislado. La represión contra el pensamiento libre y las identidades culturales ha sido una constante en la China bajo el Partido Comunista. Lo vemos en la vigilancia masiva y detención arbitraria de millones de uigures en Xinjiang, en la asfixia de la cultura y religión tibetanas, y en la destrucción de las libertades prometidas a Hong Kong. En todos estos casos, el aparato autoritario responde con represión ante cualquier expresión que escape a su control.
Shen Yun no puede presentarse en China. Su sola existencia representa una amenaza para un sistema que teme a la memoria cultural, a la espiritualidad y al pensamiento independiente. Por eso, su mensaje artístico —transmitido sin palabras, solo con música, danza y emoción— resulta tan profundamente subversivo y necesario.
Taiwán, en contraste, es una democracia robusta donde las libertades fundamentales se respetan y protegen. La libertad religiosa, la libertad de prensa, y el derecho a la expresión artística son parte del tejido institucional que defendemos con orgullo. En nuestra sociedad, la diversidad espiritual y cultural no se reprime: se celebra.
Como Representante del Gobierno de Taiwán en Argentina, reafirmo nuestro compromiso con los derechos humanos, la libertad individual y el Estado de derecho. En un momento en que las voces críticas son silenciadas en muchas partes del mundo, Taiwán seguirá hablando con claridad, y apoyando toda manifestación pacífica que defienda la dignidad humana. Shen Yun nos recuerda, con su arte, que la libertad no es un privilegio garantizado, sino una conquista que debemos proteger, una y otra vez.