Axel Kaiser, hermano del futuro presidente de Chile, Johannes Kaiser, dijo que el Progresismo se mantiene vigente a pesar del estruendoso fracaso de su discurso, durante los últimos 150 años, porque persigue una utopía que mantiene su narrativa, en el tiempo, de manera permanente.
Álvaro Vargas Llosa complementa lo dicho por Kaiser al afirmar que la utopía que persigue el Progresismo tiene sus cimientos en el mito. Es decir, para darle validez a la utopía y presentarla como algo posible en el futuro, se aferran a un pasado artificial, adulterando la historia, construyendo mitos y personajes míticos para demostrar que la utopía que persiguen supuestamente fue y será posible.
Uno de los rasgos comunes al nacional socialismo obrero global, hoy, mejor conocido como el Progresismo, ha sido, desde siempre, el marcado caudillismo y culto a la personalidad de los que son auto considerados como sus líderes supremos que, jamás, han surgido de procesos democráticos o de selección popular, sino que han sido impuestos por una camarilla diminuta de fanáticos, que los hace altamente vulnerables a la impopularidad.
Esta es la causa para que, de manera artificial, se creen mitos y leyendas alrededor de esos seres despreciados y repudiados por la sociedad que, por miedo a las represalias y al terrorismo del régimen, terminan siendo mostrados como líderes queridos y apreciados por el pueblo, aunque en la realidad, son odiados por las multitudes.
Petro y sus secuaces se encargan de crear, reforzar y darle vigencia al mito para que los más ignorantes de la sociedad lo sigan apoyando. Gustavo Petro no tiene virtudes propias, las virtudes las tienen los seres mitológicos que él dice representar y asegura haber recibido su herencia de falsas glorias pasadas.
Exalta esas virtudes imaginarias, construidas a partir de objetos e imágenes cargados de un enorme simbolismo que los convierte en objetos de culto, venerados por los más tontos que, al final, los usan para adjudicar credibilidad a la utopía que persigue.
La plaza principal del campus de la más importante y prestigiosa universidad pública de Colombia está presidida por el retrato del asesino Ernesto Guevara, alias “El Che”, que le da su nombre a la plaza, y por el retrato del piloto de avioneta y cuenta chistes Jaime Garzón, alias “Heidi” en las filas del grupo terrorista ELN. Esas imágenes son veneradas por todos los que creen en la utopía, a la que no pudieron llegar porque a los de las imágenes, los mataron.
Gustavo Petro, ante la ausencia absoluta de resultados durante su gobierno, busca desesperadamente objetos con los que pueda consolidar el mito del M-19, un grupo de terroristas que hoy ocupa altos cargos en su gobierno y necesita ser validado a partir del mito de la conversión de su actividad delictiva en actos heroicos, que terminan con el acto heroico supremo de su muerte.
La espada de Simón Bolívar, protagonista del día de la posesión presidencial de Gustavo Petro; la bandera del grupo terrorista M-19, ondeada al lado de la bandera de Colombia; el sombrero del terrorista Carlos Pizarro León Gómez, con el que Petro sostuvo una estrecha relación desde niño; la sotana del cura terrorista Camilo Torres, son solo algunos de los objetos usados para alterar la memoria histórica de Colombia y exaltar el mito de la extrema izquierda.
Sin embargo, las herederas de Jorge Eliecer Gaitán, por ejemplo, han debilitado ese mito de lo que pudo ser y no fue. Gloria Amparo Gaitán Jaramillo siguió los pasos fascistas de su señor padre en aventuras políticas fallidas y usó el mito del Gaitanismo para levantar recursos con el objetivo de hacer un museo y un centro cultural que, lo poco que se construyó, hoy está siendo comido por la manigua y el abandono total porque, a pesar que los recursos se los robó Hugo Chávez a los venezolanos y se los entregó a la hija de Gaitán, jamás los usó en lo que había dicho que los iba a usar.
La nieta de Gaitán, María Claudia Valencia Gaitán, heredó esa misma voracidad materna y dejó sin recursos a la construcción de la sede de un museo dedicado a las víctimas de las FARC, del M-19 y del ELN, desde que llegó a la dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), mientras que su pareja, Daniel García-Peña, fue premiado con la embajada de Colombia en los Estados Unidos.
Los herederos de Luis Carlos Galán son otros que destruyeron ese mito de lo que hubiese sido, pero no fue, dedicados a vivir del Estado colombiano durante todos los gobiernos desde el siglo pasado. También, desmitifica a Galán, la aparición de un hijo que había sido escondido durante décadas porque se avergonzaba del trabajo de su señora madre, empleada doméstica de la familia Galán Sarmiento.
Gustavo Petro no es el único obsesionado con encontrar objetos y dotarlos de altas dosis de simbología mítica. En el mundo, el Progresismo, sinónimo del nacional socialismo obrero global, ha hecho de la recolección y adoración de objetos, también, una obsesión enfermiza para alimentar el mito.
Heinrich Himmler, alto jerarca del nacional socialismo obrero alemán, líder supremo de la temida, Schutzstaffel (SS), era fanático del Ocultismo, obsesionado con la masonería de alto grado, la brujería, el satanismo y la magia negra, como una forma de obtener y mantener, el dominio total sobre la sociedad de manera permanente. Hugo Chávez era obsesivo con la santería cubana y Gustavo Petro ha fortalecido las relaciones diplomáticas de Colombia con Haití por ese fanatismo patológico de Petro por las prácticas del vudú.
Las momias de Eva Perón, Lenin, Stalin, Kim Jong Il, Ho Chi Minh o Mao Tse Tung, por ejemplo, han sido costosos fetiches usados para mitificar a personajes que son usados para construir la narrativa de casos de supuesto éxito del Progresismo global.
Hugo Chávez se obsesionó con profanar la tumba de Simón Bolívar y reconstruir su cara, a partir de su calavera, para recrear con inteligencia artificial su posible retrato, que se convirtió en un objeto de adoración y culto, usado, además, como elemento central del mito que usaba Chávez para justificar su Venezuela utópica.
La extrema izquierda española, en cabeza de Pedro Sánchez Castejón, profanó la tumba del general Francisco Franco y desapareció el monumento del Valle de los Caídos para destruir cualquier vestigio negativo de Francisco Largo Caballero, el genocida líder supremo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), actual partido de gobierno en España, que busca además reescribir la historia española de la guerra civil y mostrar a Largo Caballero, el asesino desalmado, como un manso corderito víctima de Franco.
En Argentina, usaron el mito de 30.000 desaparecidos para que la extrema izquierda pudiera recibir millonarias donaciones de oenegés europeas, lavar la cara a terroristas asesinos, recibir subvenciones del Estado argentino y hacer desaparecer el accionar de las Fuerzas Armadas argentinas, lo que le permitiera a la extrema izquierda perpetuarse en el poder y violar la Constitución a discreción.
Tampoco es algo dejado al azar que Gustavo Petro, en todos los foros internacionales, use el mito creado por el Progresismo global para desligarse del nazismo y del fascismo, diciendo que el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NAZI) es un movimiento de extrema derecha, con la intención perversa de descalificar a todos los que no piensan igual a él con base en esa falsa analogía.
El progresismo colombiano odia a Darío Acevedo, director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) durante el gobierno de Iván Duque, por haber desmitificado el accionar de los grupos terroristas FARC, M-19 y ELN, contando la verdad, diciendo que Colombia no había tenido un conflicto armado sino una permanente amenaza terrorista, idéntica a la de Pablo Escobar y el grupo terrorista de Los Extraditables.
Los pueblos primitivos explicaban su origen y existencia con mitos. El Progresismo, sus militantes, los miembros del alto gobierno petrista y sus bancadas en el Congreso están conformados por seres primitivos, colombianos básicos con mentes poco evolucionadas. Muy fáciles de embaucar con mitos y enredar con utopías.