México está sumido en una crisis insostenible por culpa de las organizaciones criminales que han convertido la vida de millones en un infierno, y sus efectos se sienten incluso en Estados Unidos. El tráfico de fentanilo, una droga devastadora que inunda el norte, ha matado a miles, mientras que la trata de personas, incluyendo el robo de niños, destroza familias sin piedad. Los cárteles imponen su ley con sangre, extorsionando, asesinando y controlando regiones enteras como si fueran dueños del país. Esta violencia no conoce fronteras y ha hecho de México un lugar donde el miedo es el pan de cada día. Pero mientras el pueblo sufre, el gobierno de Morena y sus aliados de izquierda se cruza de brazos, hundido en una mezcla de ineptitud y complicidad que agrava el problema. Han tenido años para actuar, y lo único que han logrado es un país más inseguro, más devastado y más entregado a los criminales. Su tibieza y sus excusas han dejado a la gente indefensa, atrapada entre la brutalidad de los cárteles y un gobierno que parece más interesado en proteger su imagen que en proteger vidas. Su estrategia de “abrazos, no balazos” no es un intento fallido; es una rendición clara ante el narco.
Frente a este desastre, el ejemplo de Nayib Bukele en El Salvador resalta como un contraste brutal. Ese país estaba ahogado por pandillas como la Mara Salvatrucha, que tenían a la población bajo un yugo de terror: extorsiones diarias, asesinatos a plena luz del día y un control que parecía imposible de romper. Bukele llegó con una postura clara: no hay espacio para negociar con criminales, solo para castigarlos. Con una estrategia de mano dura, lanzó un estado de excepción que permitió capturar a decenas de miles de pandilleros, construyó una megacárcel para encerrarlos y aisló su influencia, y llenó las calles de policías y soldados para devolver el orden. ¿El resultado? En pocos años, El Salvador pasó de ser un campo de guerra a ser el país más seguro de América Latina. Mientras Morena se rinde ante los cárteles, Bukele demostró que el crimen se combate con acción, no con palabras.
México podría seguir ese camino, pero no con el gobierno actual. Los cárteles son más grandes y complejos que las pandillas, sí, pero el principio es el mismo: dejarlos operar es condenar al país. Se necesita un líder que los enfrente sin miedo, que corte sus finanzas, los desarme desde dentro y ponga la seguridad del pueblo como prioridad absoluta. Morena no tiene ni la capacidad ni la voluntad para esto; su historial es una cadena de fracasos, con ciudades enteras bajo el control del narco y una política que se rinde ante la violencia. En cambio, Bukele mostró que la tolerancia cero funciona, que el orden se impone con firmeza, no con promesas vacías.
Aquí entra Eduardo Verástegui, no como una opción más, sino como la única esperanza real para México. Mientras Morena se rinde ante el crimen y la oposición tradicional se pierde en peleas estériles, Verástegui brilla por su claridad y su valentía. Ha peleado contra la trata de personas y la explotación infantil, males que alimentan a los cárteles, y lo ha hecho sin doblegarse ante nadie. Sus valores, basados en la justicia y la defensa de la vida, lo alinean con la visión de Bukele: el crimen no se negocia, se aplasta. A diferencia de Morena, que abandona al país a los narcos con su pasividad, o de una oposición que no propone nada serio, Verástegui tiene la fuerza para adaptar el modelo salvadoreño a México, enfrentando a los cárteles con la misma intensidad que Bukele enfrentó a las pandillas. Él no se rendiría; actuaría.
Morena ha tenido su oportunidad y ha fallado estrepitosamente. La violencia crece, los cárteles se fortalecen y el pueblo paga el precio de su rendición. Han convertido la seguridad en un tema secundario, mientras las calles se tiñen de rojo y las familias lloran a sus muertos. La oposición, por su parte, no es mejor; son un eco débil que no ofrece soluciones reales. México necesita un cambio drástico, y solo Verástegui puede liderarlo, inspirándose en el éxito de Bukele. La seguridad no es un lujo, es un derecho, y el pueblo merece vivir sin miedo. Mientras Morena sigue sumiendo al país en el caos, Verástegui es el único capaz de sacarlo adelante. La diferencia es clara: uno se rinde ante el crimen, el otro lo enfrenta. Es hora de elegir al único que puede salvar a México.